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La crisis de refugiados venezolanos está a punto de superar la escala de la crisis siria

(Washington,12/12/2019) Para finales del 2019, 4 años después del comienzo de la crisis humanitaria venezolana, 4.6 millones de venezolanos han huido del país, alrededor del 16 por ciento de la población. La cifra es sumamente similar a los 4,8 millones de personas que habían huido de Siria en 2015, 4 años después de la crisis del desplazamiento forzada. La crisis de refugiados venezolanos es una de las más grandes en la historia moderna, y si las tendencias actuales continúan, podría haber hasta 6.5 millones de venezolanos viviendo fuera del país para 2020 (según las estimaciones del ACNUR), superando ampliamente la velocidad del desplazamiento observado en Siria. En trabajos anteriores, mostramos que los números podrían ser significativamente más altos si la crisis humanitaria en Venezuela continúa empeorando, llegando a más de 8 millones.

A diferencia de otras crisis de refugiados, la venezolana no es el resultado de una guerra o conflicto convencional. Pero las condiciones que enfrentan los venezolanos a diario no son muy diferentes a las de una zona de guerra activa. Desde 2013, la economía venezolana se ha contraído en un 65 por ciento. Los únicos casos comparables a una recesión tan grande son países en conflicto activo, como Liberia durante su sangrienta guerra civil, que perdió el 90 por ciento de su PIB. Pero el colapso económico venezolano, que precedió a las sanciones internacionales, se destaca porque no fue provocado por fuerzas externas o disturbios internos: fue fabricado por aquellos en el poder y, por lo tanto, totalmente evitable.

Por lo tanto, aquellos que huyen de Venezuela son refugiados y deberían tener derecho a las protecciones que vienen con ese estatus. Hasta ahora, la mayor parte de las responsabilidades de hospedaje, y por lo tanto los desafíos de integración, han recaído en los vecinos regionales.

Sin embargo, a pesar de la escala masiva de desplazamiento y necesidad humanitaria, las naciones anfitrionas –siendo las tres más grandes Colombia, Ecuador y Perú—han recibido muy poco apoyo de la comunidad internacional en comparación con otros episodios históricos de desplazamiento forzado. En respuesta a la crisis siria, por ejemplo, la comunidad internacional movilizó grandes sumas de capitales: $ 7,4 mil millones en esfuerzos de respuesta a refugiados en los primeros 4 años. La financiación para la crisis venezolana no ha seguido el mismo ritmo: a 4 años de la crisis, la comunidad internacional ha donado solamente $ 580 millones. En términos per cápita, esto se traduce en $ 1,500 por refugiado sirio y $ 125 por refugiado venezolano.

En noviembre de 2019, el ACNUR y la OIM presentaron un llamamiento regional de $ 1.35 mil millones para la respuesta de los refugiados venezolanos en 2020. El llamamiento incluye fondos para ayuda humanitaria, así como esfuerzos de inclusión social y económica a largo plazo. Este es un paso positivo hacia un enfoque regional unificado para ayudar a las comunidades receptoras, así como a los refugiados mismos. 

La financiación es crucial no solo para la provisión de necesidades humanitarias a corto plazo, sino también para inversiones en comunidades de acogida con el fin de exitosamente lograr la integración de refugiados. El financiamiento internacional puede ayudar a reforzar la infraestructura local (hospital, escuelas, carreteras, electricidad) y ampliar el acceso al crédito para las empresas locales, lo que puede ayudar a compensar los posibles efectos negativos en el mercado laboral a corto plazo causados ​​por la afluencia repentina de la oferta laboral.