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Desigualdad de género y covid-19: datos de un fenómeno | vía: Prodavinci

Omar Zambrano | Caracas | 7 de febrero de 2022

Al menos 4 de cada 10 hogares dirigidos por mujeres presentan condiciones de vida que incrementan la posibilidad de verse afectados por el contagio del covid-19. Por otro lado, se estima que el 62 % de los hogares comandados por mujeres tienen elementos de vulnerabilidad indirecta frente a las medidas de confinamiento prolongado. Este es un trabajo de la serie Autonomía perdida: ¿Qué pasa con la fuerza laboral femenina en Venezuela?, un especial de Prodavinci en alianza con ANOVA Policy Research.

Han pasado casi 2 años desde el inicio formal de las primeras medidas de confinamiento y restricción de movilidad aplicadas en Venezuela para enfrentar la pandemia del covid-19. En el país, al igual que en el resto del mundo, el debate ha girado en torno a la necesidad de las medidas para frenar los contagios y los indudables impactos negativos que estas tienen sobre las condiciones de vida de las familias.

Este debate, común a todos los países, adquiere características propias en Venezuela, al menos, por tres razones:

1. Venezuela sufría, antes de comenzar la pandemia, los rigores de una depresión económica profunda y prolongada, que la había llevado a perder más de dos tercios del tamaño de su economía en poco tiempo. Ello implica que los venezolanos comenzaron la pandemia en condiciones económicas y laborales relativamente peores a la mayoría de los países.

2. El Gobierno venezolano, mucho antes del inicio de la pandemia, había perdido acceso sustancial a toda fuente de ingreso legítimas, incluyendo mercados internacionales o multilaterales de crédito. Ello implica que el estado venezolano carecía (y carece) de capacidad fiscal para llevar a cabo medidas de gasto compensatorio para las familias y empresas, y/o para llevar a cabo una ampliación de la capacidad sanitaria para atención de la pandemia.

3. A pesar de que la respuesta global a la pandemia ha implicado el uso masivo de información, tecnología y transparencia para el monitoreo en tiempo real de los impactos de el covid-19, en Venezuela, desde mucho antes de la contingencia, existía (y existe) un vacío casi absoluto de datos epidemiológicos, datos de la oferta y ocupación de servicios de salud y datos sobre condiciones de vida, lo cual ha dificultado el monitoreo de la evolución de la pandemia y el alcance de sus efectos socioeconómicos.

En general, se puede intuir que las familias venezolanas se encontraban en una posición vulnerable frente a los efectos directos e indirectos de la pandemia y de las medidas de confinamiento. Estas vulnerabilidades tienden a afectar desproporcionadamente a las mujeres: los datos muestran que tienen una menor participación en el mercado de trabajo, perciben salarios más bajos y representan la mayoría de quienes están en empleos informales. Sin embargo, en ausencia de datos oficiales transparentes ofrecidos por el Estado, no ha sido posible responder apropiadamente a las preguntas sobre la magnitud, extensión y distribución de las vulnerabilidades frente a la pandemia desde un enfoque de género.

ANOVA Policy Research usó una fuente de microdatos recientes de familias venezolanas para evaluar las condiciones de vida de los hogares venezolanos, a la luz de los retos que ha implicado la pandemia de covid-19 y el manejo sanitario que se le ha dado en Venezuela desde un enfoque de género.

Para propósitos analíticos, se consideran los factores clave para determinar el grado de preparación o de exposición que los hogares pueden tener frente a los riesgos que impone la pandemia. Explicamos la noción de vulnerabilidad directa, que se refiere a aquellos factores subyacentes de la salud de los hogares que incrementan la posibilidad de verse afectado como consecuencia de la pandemia de covid-19. Por otro lado, se le llama vulnerabilidad indirecta a aquellos factores que afectan la probabilidad o disposición de que un hogar pueda cumplir con las medidas de confinamiento epidemiológico prolongado que han sido impuestas sobre la población.

¿Qué cifras evidencian la vulnerabilidad directa de las venezolanas frente al covid-19?

Se estima que el 47,8 % de los hogares dirigidos por mujeres presentan condiciones de vida con elementos de vulnerabilidad directa de salud, es decir, presentan factores en su hogar que incrementan la posibilidad de verse afectados por el contagio de la enfermedad de covid-19.

Los datos revelan vulnerabilidad directa en al menos seis aspectos:

1. Atención médica: la dependencia a los servicios de salud pública en Venezuela es una vulnerabilidad debido a los extensivos reportes de limitaciones de capacidad de atención, dotación y calidad en la oferta pública de servicios de salud. En Venezuela, el 24,8 % de los hogares comandados por mujeres declaran haber dependido exclusivamente de los servicios de salud públicos para resolver afecciones de salud en el último año. Este porcentaje es de 13,8 % para hogares comandados por hombres.

2. Aseguramiento: el 92,8 % de todas las mujeres y niñas venezolanas no tienen acceso a un sistema de aseguramiento de salud efectivo. Esto quiere decir que 93 de cada 100 mujeres no tiene un seguro privado o está afiliado únicamente al quebrado Instituto Venezolano de Seguros Sociales o, aún estando aseguradas con una póliza privada, declaran que las coberturas fueron irrelevantes para cubrir afecciones recientes de salud.

3. Acceso a tratamiento: durante el año 2020, a pesar de la mejora observada en el abastecimiento de medicamentos, el 12,9 % de los hogares cuyo jefe de hogar es una mujer declara que al sufrir una afección de salud no tuvieron acceso a la adquisición de medicamentos, generalmente por razones económicas. La incidencia de este problema en hogares liderados por hombres es del 6,6 %.


3. Comorbilidades:
el 29,2 % de los hogares liderados por mujeres tienen miembros que sufren de una enfermedad crónica como diabetes, hipertensión o enfermedades renales, entre otras. Esta proporción baja a un 17,6 % en el caso de hogares con jefe hombre. Es bien sabido que estas comorbilidades incrementan la posibilidad de complicación, enfermedad grave o muerte por covid-19.

5. Higiene: la imposibilidad de acceso regular al servicio de agua potable limita algunas de las rutinas esenciales en la prevención del covid-19, como el lavado de manos. La incidencia de este problema es mayor entre hogares con jefatura femenina que en hogares encabezados por hombres. El 39,2 % de los hogares liderados por mujeres no tienen acceso regular al agua potable o sus fuentes de provisión de agua son irregulares, escasas o de mala calidad.

6. Edades vulnerables: el 28,4 % de los hogares cuyos jefes son mujeres declaran tener miembros del hogar con 60 años o más, una proporción que baja hasta un 21,8% para hogares con jefes hombres. La identificación de este segmento demográfico es de suma importancia en este contexto, pues es el grupo con la mayor tasa de complicaciones graves y muertes frente a la enfermedad covid-19.

¿Qué cifras evidencian la vulnerabilidad indirecta de las venezolanas frente al covid-19?

Durante el primer año de la pandemia y antes de que se iniciara el proceso de vacunación masivo, los confinamientos obligatorios prolongados y las restricciones de movilidad, fueron casi exclusivamente la única medida de política pública tomada por el Gobierno venezolano para enfrentar la pandemia. Se estima que el 62,4 % de los hogares con jefatura femenina tienen factores subyacentes en su hogar que hacen improbable que puedan cumplir de forma rigurosa estas medidas:

1. Almacenamiento de alimentos: el 17,% de las mujeres reportan vivir en un hogar que no posee una nevera o refrigerador funcional. Este activo tiene una importancia particular en este contexto porque permite prolongar la durabilidad de los alimentos del hogar. En ausencia de una nevera funcional, los miembros del hogar se ven obligados a romper el confinamiento con mayor frecuencia porque solo pueden adquirir los alimentos que van a consumir en el corto plazo.

2. Inseguridad alimentaria: el 18,9 % de las mujeres reportan que al menos uno de los miembros adultos de su hogar dejó de comer al menos una comida al día. Los hogares que enfrentan déficit de alimentación crónicos tienden a padecer afecciones de salud y no disponen de capacidad para almacenar alimentos, por lo que deben violar el confinamiento para satisfacer las necesidades calóricas del hogar. La incidencia de este problema es mayor en hogares liderados por mujeres en comparación con hogares encabezados por hombres.

3. Trabajo a distancia: el 81,9 % de los hogares liderados por mujeres no tienen acceso al servicio de internet directo, mientras que el 71,3 % de esos hogares no tienen computadora en casa. Estas proporciones son mayores a la de hogares liderados por hombres. Las deficiencias en el servicio de internet y la falta de acceso a computadoras limitan la capacidad de las mujeres para adoptar la modalidad del teletrabajo durante el confinamiento prolongado.

4. Educación a distancia: adicionalmente a las limitaciones tecnológicas de acceso a computadoras e internet, se estima que el 18,7 % de todos los hogares comandados por mujeres y con niños en edad escolar (entre 6 y 17 años) están compuestos por adultos que poseen un nivel educativo menor al de la secundaria completa. Es decir, en estos hogares, los niños no tienen un adulto con la capacidad de ofrecer una ayuda u orientación efectiva en su proceso de educación a distancia. La incidencia de este problema es mayor en hogares de jefatura femenina que en hogares de jefatura masculina.

5. Espacio físico del hogar: el 18,8 % de los hogares liderados por una mujer viven en condiciones de hacinamiento, definido como 3 o más personas por habitación. La falta de espacio físico en los hogares es una limitación relevante para la convivencia de sus miembros en condiciones de confinamiento prolongado, y puede incrementar el riesgo de problemas relacionados a la violencia intrafamiliar y violencia basada en el género.

6. Condiciones laborales: casi el 39,6 % de los hogares cuyo jefe de hogar es una mujer reportan trabajar de manera informal o por cuenta propia. Este tipo de trabajadores no afiliados a firmas o instituciones enfrenta serias limitaciones para el cumplimiento de confinamientos prolongados por su rutina laboral, además de carecer de estabilidad salarial y programas de aseguramiento laboral.

“Trabajo desde mi adolescencia. Tuve mi primer empleo a los 14 años, en una fábrica que ensamblaba ganchos de ropa. En ese sentido soy como mi madre. Pienso que las mujeres debemos ser independientes. Cuando llegó el coronavirus fue difícil para mí quedarme en casa. Hasta entonces, ganaba dinero viajando al estado Guárico y trayendo de las fincas los quesos frescos para vender en la capital. Durante la pandemia no solo temía por el contagio. No se conseguía gasolina en el interior del país y me preocupaba quedarme varada. Mi esposo es ingeniero en sistemas. Él siguió trabajando y así pudimos mantener la casa y darles comida a mi hija de 17 años y a mi bebé de dos. Pero yo pensaba también en mi mamá, de 70 años, que no vive conmigo. Esto fue lo que más me afectó. No es igual tener tu propio dinero a esperar que tu esposo gane algo y así poder ayudar a la familia. Además, mi hija mayor tiene lupus. Tiene 30 años y dos niñas. Por más de 4 meses solo nos comunicamos por teléfono y esto me causaba mucho estrés. Solía decirle que no invitara gente ajena a la casa y que si sabía de alguien con gripe, que no se le acercara. No teníamos tanto dinero para tratar la enfermedad, solo nos quedaba prevenir. Me sentía amarrada. Siempre me he descrito como una mujer guerrera, pero sabía que si salía a la calle corría el riesgo de enfermarme y de contagiar a mis seres queridos. En ese momento solo salía de casa para dar agua a la comunidad. Lo principal para cuidarse del covid-19 es lavarse las manos, y a Barrio Píritu no llega agua por tuberías. Soy la que se encarga de recibir las cisternas que envía la hidrológica o la alcaldía, y en mitad de la cuarentena parecía una bombera porque siempre llevaba la manguera para distribuir el agua entre los vecinos. También me tocó llamar a la alcaldía para que trajeran médicos a la comunidad. Mucha gente con síntomas no quería ir a los hospitales. Decían que preferían morirse en sus casas. Creo que las mujeres asumimos estas responsabilidades como asumimos la de nuestros hogares. Tengo amigas que se paraban a las cuatro de la mañana para vender café, arepas recién hechas, helados o pastelitos. Y son las que luchan por el agua, el gas y los servicios públicos del lugar en el que viven”.

Carolina Urbina
45 años
Barrio Píritu, Petare, estado Miranda.

Nota metodológica

Los datos aquí presentados provienen del análisis de los datos de la Investigación Muestral de Hogares Venezolanos (IMHV), encuesta de hogares con representatividad nacional, compuesta por una muestra estratificada de 4978 hogares entrevistados a finales de 2020. Esta nota inspecciona esta fuente actualizada de microdatos familiares para evaluar, con un enfoque de género, las condiciones de vida de los hogares en el contexto de la pandemia de covid-19 en Venezuela. Para propósitos analíticos, se compilan indicadores clave que reflejen el riesgo directo de salud o el grado de preparación que tienen los hogares liderados por mujeres vis-à-vis los efectos directos o indirectos de la pandemia.

Créditos

Dirección general: Ángel Alayón y Oscar Marcano

Jefatura de investigación: Valentina Oropeza

Jefatura de diseño: John Fuentes

Jefatura de innovación: Helena Carpio

Texto: Omar Zambrano

Edición: Valentina Oropeza, Ángel Alayón, Oscar Marcano y Giorgio Cunto

Ilustraciones: Lucas García

Desarrollo, montaje e infografías: Franklin Durán

Recopilación y análisis de datos: ANOVA Policy Research

Equipo ANOVA: Omar Zambrano, Hugo Hernández, Lisseth Escalante, Albani Granado, Ricardo Benzecry, Gabriel Quiroz, Miguel Calvo y José Gregorio Gómez

Redes sociales: Salvador Benasayag, Francis Peña e Indira Rojas