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REPORTAJE | Los hogares venezolanos cuentan hasta la última gota de agua

HumVenezuela, abril 2021 | Fotografía: Archivo

En uno de los 15 países del mundo con mayores reservas de agua, cuatro de cada 100 ciudadanos tienen que desplazarse un kilómetro o más para obtenerla, porque el sistema colapsó en los últimos 20 años y hoy  trabaja solo con 40% de su capacidad.

En Venezuela, solo 25% de las personas recibe en su casa agua continua por las tuberías, y nueve de cada 100 no la recibe nunca. Apenas se percibe un aliento de óxido, un sonido gutural, carrasposo, como la sed misma. Y, cuando en algún territorio, sea urbano o rural, de vez en cuando sale agua por el tubo, por lo general está contaminada. Agua que no es de beber.

Paradójicamente alrededor de mil ríos y saltos de agua dulce alimentan los 1.320 kilómetros cúbicos de reservas de agua dulce en un país bendecido por la naturaleza. Con esas riquezas que otros países envidiarían, Venezuela construyó los mejores acueductos de toda la región. Un sistema robusto, sólido. Sus embalses y represas son la expresión tecnológica de cómo desde mediados del siglo XX el país se preocupó por darle uso a esos torrentes para el riego, para la industria, para masificar el consumo doméstico y para la producción de electricidad —que en el siglo XXI está tan deteriorada como el sistema de aguas.

Esa tradición en Venezuela —según José María De Viana, ingeniero civil expresidente de Hidrocapital— se rompió porque en las empresas hidrológicas ya no prevalecen los criterios técnicos. “Probablemente hay buena voluntad, pero muy poco talento. En algún momento, después de despedir al personal, comenzaron a nombrar oficiales del ejército o de la aviación, que no dominaban la materia, en cargos gerenciales”. 

Para De Viana las prácticas fundamentales de mantenimiento o reparación de esas infraestructuras se abandonaron. y ese deterioro físico, mecánico, eléctrico, de los sistemas de transporte por tuberías, ha llevado a una situación de falta de agua en todo el país. “Incluso en San Félix o Ciudad Guayana, que estando rodeadas de agua no tienen servicio”.

Venezuela perdió 60 % de su capacidad

Los sistemas de aguas que en Venezuela tuvieron capacidad para producir y distribuir 250 litros por persona al día hasta el año 2000, y suministrar agua al 87 % de la población, hoy solo ofrecen 40 % de la capacidad que tenían hace 25 años. “Es decir que, en vez de distribuirse unos 140 mil litros por segundo se distribuye cerca de 55 mil”. Así explica el exvicepresidente de operaciones de Hidrocapital, ingeniero Norberto Bausson, la brecha de acceso al agua que sufre la población venezolana al mes de enero de 2021. “Soy revisor de encuestas y puedo decir que, después de un rastreo en 12 estados y haciendo las extrapolaciones correspondientes, hemos podido saber que casi 90 % de la población no recibe agua continua o el agua que recibe no es buena. Quiere decir que casi nadie en este país tiene agua potable y continua en sus grifos”, explica.

Desde los embalses hasta la conexión en las viviendas, todas las instalaciones han tenido la misma suerte, de acuerdo con los estudios a los que Bausson ha tenido acceso directo. “Así como ahora no se mide el consumo en el medidor de las casas, tampoco se hace rastreo de calidad en las redes, como está expresado en Gaceta y en la Constitución Nacional. Las estaciones de bombeo se han ido al piso, no hay equipos de reserva, por eso se paran a cada rato. No se han hecho las inversiones que estaban previstas, ni el recambio y la rehabilitación de los sistemas, por eso funcionan muy mal”. 

Los embalses han corrido la misma suerte. Todos los programas de cuido de cuencas, de descontaminación de embalses, de corrección de todos los elementos del embalse, como son las torres-toma, las descargas de fondo, las válvulas ecológicas, quedaron en el peor de los olvidos. “Teníamos unos sistemas que funcionaban de manera segura y continua, y entregaban agua potable con unas plantas funcionando adecuadamente y hoy en día no es así. Apenas hay un 40 % de los sistemas funcionando, y prácticamente ninguna de las plantas de tratamiento produce agua potable, puesto que no tienen ni las sustancias químicas ni los procesos completos”, explica Bausson.

El tortuoso camino al agua 

Más de 30 millones de metros de tubería en aguas blancas y la misma extensión en aguas servidas, grandes estaciones de bombeo, pozos, plantas de tratamiento y sistemas de control se perdieron en un 60 % porque no fueron debidamente rehabilitados, según José María de Viana.

Según un informe de Monitoreo de Servicios Públicos de CEDICE, durante la segunda quincena de julio de 2020 se reportaron 468 averías en todo el país, que van desde roturas de tuberías hasta fallas de distribución por inconvenientes eléctricos. Las cuadrillas de reparación aseguraron no poseer los insumos mínimos para trabajar.

El acceso al agua en Venezuela hoy es casi una utopía. En Los Palos Grandes, un sector de clase media del municipio Chacao, en Caracas, los condominios han comenzado a resolver de manera privada esta carencia construyendo pozos  que en promedio cuestan entre 18 y 25 mil dólares, porque muchos edificios no llegan al final de la semana con el agua almacenada en sus tanques, incluso relacionándola. También la alcaldía ha comenzado a construir pozos para mitigar esta pena colectiva. En esa zona unos 10 mil litros comprados a un camión cisterna cuestan entre 60 y 80 dólares.

El sector San Isidro en Petare agoniza tras más de 60 días sin servicio de agua, titulaba una noticia publicada por El Nacional con cifras del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos OVSP, en marzo de 2021. Son inhumanas las condiciones en las que la mayoría de la población venezolana debe lidiar con la falta de agua. Desde almacenar toda la que puedan porque no saben ni cómo ni cuándo llegará a sus casas, hasta tener que desplazarse hasta por más de un kilómetro para abastecerse o tomarla de alguna quebrada sucia. 

Un día de una mujer de la parroquia Francisco Eugenio Bustamante, al oeste de Maracaibo, se resume en la rutina de levantarse a las cuatro de la madrugada para preparar el desayuno de los niños con la poca agua que queda del día anterior, llevarlos a la escuela y buscar agua de nuevo, preparar el almuerzo y volver a la plaza o al barrio de al lado en busca de agua para lavar los trastos y “hervirla más allá de lo normal” hasta para bañarse. Y ni siquiera es confiable el agua de botellón, “porque los niños se enferman”.

Aunque cerca del barrio queda una aguada de Hidrolago exclusivamente asignada a camiones cisterna con destino a hospitales y las escuelas, en enero de 2019 los vecinos organizaron una manifestación porque les decían que las bombas estaban dañadas, pero a hurtadillas, en la oscuridad de la noche, hacían fila camiones de redes privadas para llenar sus tanques mientras los vecinos llevaban entre seis meses y dos años sin recibir una gota en sus tuberías (TV Venezuela). 

En una plaza aledaña al lugar donde se estacionan los camiones plataneros hay una pequeña toma de agua en la calle, frente a la cual se hacen larguísimas filas de personas que transportan el agua en tobos hasta sus casas, a veces en carretilla y otras en peso sobre sus hombros. Solo quien tiene dólares americanos o pesos colombianos tiene acceso al mercado negro del agua, según los manifestantes. 

En el reporte de octubre–noviembre de 2020 el OVSP incluyó preguntas en torno a cómo resolvían los ciudadanos el abastecimiento en sus casas. El 45 % de los encuestados dijo almacenarla; otro 20,6 % la compra a un camión cisterna; 10,6 % se abastece con botellones, y 9,9 % la trae desde otros lugares y prefiere pozos y quebradas, o va a casa de algún vecino, amigo o familiar. 

La primera encuesta de 2021 del OVSP arrojó que 8,4 % de los venezolanos no recibe agua nunca por tuberías; 65,9 % padece racionamientos y el otro 25% de los consultados —la minoría— dijo recibirla siempre. Entre ese casi 66 % de los que reciben agua a veces, 21 % tiene acceso dos veces al mes o menos. El resto oscila entre una o varias veces al día, una vez al día (9 %), y cinco, cuatro, tres, dos y una vez por semana (29  %).

Con la garganta seca 

Punto Fijo, Maracaibo y Porlamar son las ciudades cuyos grifos se encuentran más secos. Según las encuestas, esos estados alcanzan apenas uno por ciento, 2,5 % y seis  por ciento de agua continua respectivamente. 

El Estado construyó el Acueducto Bolivariano, o “Coloso de Falcón”, que consta de 180 kilómetros de tubería y es el segundo de mayor envergadura construido en estos 20 primeros años del siglo XXI, con un caudal de 2.500 litros por segundo. Pero colapsó, y los 600 mil habitantes que iban a servirse agua del grifo tienen que hacer cola desde la madrugada frente a las cisternas. Otro elefante blanco de la historia venezolana, esta vez construido con una empresa china.

Aunque en 2021 hubo un incremento de 18,6 % a 25 % en los usuarios que reciben agua potable de manera continua en comparación con los datos de noviembre de 2020, la valoración en torno a la calidad del servicio es 61% negativa: en Punto Fijo con 83,6 %, Porlamar con 82,6 % y Maracaibo con 82,4 %, fue donde las poblaciones evaluaron peor el servicio. 

San Cristóbal es la ciudad con más acceso al agua continua de acuerdo con lo que dice 64,8 % de sus pobladores, seguido de Mérida con 63,1% y Barinas con 34,5%. Sin embargo, en 2019 el profesor Armando Guernica, de San Antonio del Táchira, ubicada a menos de una hora de San Cristóbal, dijo a Transparencia Venezuela que el agua y la luz eran casi inexistentes. Los camiones cisterna se abastecían en un pozo contaminado. Mil litros costaban 12 mil pesos colombianos y tres mil litros de 25 a 30 mil.

En abril de 2020 los corresponsales de El Pitazo recopilaron información en todo el país, según la cual 17 de los 335 municipios tenían suministro de agua constante. Solo 136 municipios recibieron agua por tubería al menos una vez por semana, aunque fuese por pocas horas. 71 pasaron más de un mes sin el servicio y varios sectores de 18 municipios tenían un año o más sin recibir una gota. 

En al menos 172 municipios recurrieron a tomas improvisadas de pozos, ríos, o depósitos bajo tierra, como aljibes o manantiales, y tuberías rotas en vías públicas, para poder abastecerse. Los 93 municipios restantes tenían agua cada 15 días o la recibían solo una vez al mes cuando variables como la electricidad, el nivel de los embalses o los pozos y el desvío del suministro no influyeron en los cronogramas —paralelos a los informados por las hidrológicas regionales— que se han establecido en muchas comunidades. 

El Pitazo confirmó que, en al menos 160 de los 335 municipios accedieron al agua a través de cisternas en las que gastaron entre 300.000 bolívares y más de 60 dólares americanos, que equivalieron a más de 11 salarios mínimos calculados a la tasa oficial. No hay un solo estado de los 23 de toda Venezuela que tenga servicio de agua regular en todos sus municipios, concluye El Pitazo.

La mayor expresión de la miseria 

Por razones de acceso, escala y calidad, los servicios, incluyendo el suministro de agua, son responsabilidad del Estado. La reducción de la pobreza a través de servicios públicos accesibles, continuos y seguros es una estrategia muy poderosa, porque la cobertura es masiva y va más rápido que la economía. Así lo explica De Viana. “El agua es fundamental para nuestro cuerpo, nuestra ropa, nuestra casa. Si vivimos en una casa muy bonita, pero sin servicios, estamos en la miseria. Un país sin agua potable no es un país sano”. 

En 2015 los jefes de Estado, reunidos formalmente en las Naciones Unidas, adoptaron la Agenda 2030 compuesta de 17 objetivos, entre los cuales agua limpia y saneamiento ocupan el puesto 6, escribió Norberto Bausson para el IESA. 

La primera señal de reducción de la pobreza según los estándares internacionales, específicamente de la Organización Mundial de la Salud, es un buen sistema de aguas. Pero en Venezuela, de acuerdo a la data del OVSP citada por Crónica Uno, 64 % de los venezolanos considera que la falta de agua dificulta mantener rutinas de higiene, lo que se torna más preocupante en el contexto de la pandemia de la COVID-19. Y solamente 25 de cada 100 personas recibe en su casa agua continua por las tuberías. El resto sufre de racionamientos

Esta situación, dice De Viana, “nos convierte en uno de los países más pobres en términos de servicios públicos. Casi la mitad de los hospitales no tiene agua, y esta situación llegó, paradójicamente, después de una gran riqueza fiscal manejada con muy poco criterio técnico y poca probidad administrativa, que  hicieron que esos recursos fueran inútiles”.

Esto explicaría que un país con tantos recursos haya llegado a una situación de Emergencia Humanitaria Compleja.

No es gratuito que el reporte de 2020 del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social advierta que los venezolanos se ven obligados a cumplir un confinamiento para mitigar la propagación y efectos de la COVID-19 y no cuentan con las mínimas condiciones en cuanto a servicios básicos. El sistema de salud está en decadencia y a eso se suman, justamente, las dificultades para gozar del acceso al agua potable. Prueba de ello es que en plena pandemia se produjeran 1.883 protestas por agua en el país. No es de extrañar entonces que, de acuerdo a un escrutinio de redes que hizo el Monitor de Servicios Públicos de CEDICE en febrero de 2021, 711 mil 947 veces se usó en Twitter las etiquetas #SinAgua y #SinAguaVE.