Acceso HumanitarioAgencias de Naciones UnidasProtección Humanitaria

Discurso inaugural del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, el Sr. Zeid Ra’ad Al Hussein, en el 33er. periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos

(EEUU, 13/09/2016) Sr. Presidente, Sr. Director General, Excelencias,
Colegas y amigos: Es un honor para mí dirigirme a este Consejo en el primer periodo de sesiones de su segundo decenio.

Tras haber desempeñado durante dos años el cargo de Alto Comisionado, creo que es importante para mí compartir con ustedes en este informe oral de actualización nuestra inquietud acerca de un esquema que está manifestándose hoy en día: la negativa cada vez más frecuente de un número creciente de Estados Miembros a otorgar al ACNUDH o a los mecanismos de derechos humanos acceso, ya sea a los países en general o a regiones específicas, cuando ese acceso se solicita de manera explícita, o a colaborar con nosotros en otros aspectos de nuestra labor. 

¿Por qué esos países que nos niegan la entrada colocan esa barrera ante nosotros? Me propongo dedicar mi intervención de hoy principalmente a este tema. Pero antes, quisiera esbozar algunas observaciones generales relativas a nuestra circunstancia actual.

En el discurso que pronuncié en el 32º periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, me pregunté hasta qué punto constituimos realmente una comunidad internacional. Resulta fácil dar por sentado que tenemos el compromiso de colaborar, porque no nos queda otro remedio. La organización a la que pertenecemos no fue creada por la humanidad por motivos triviales, sino que nació de un mundo roto y devastado por dos guerras inmensas. Asimismo, todo el marco de derechos humanos fue producto de una catástrofe –un sistema progresista, sin duda, pero habida cuenta de la escala de la carnicería que produjo la guerra, fue un sistema creado a partir de la necesidad más aguda y profunda. En realidad, aún hoy los programas relativos al cambio climático y los ODS siguen profundamente anclados en esa arraigada convicción: sólo mediante la colaboración podremos solucionar los problemas comunes. No hay alternativa. Ninguna otra opción ofrece esperanza alguna. Debemos mantener nuestro compromiso con la acción colectiva.

No obstante, para algunos que hoy ejercen el poder y otros que se esfuerzan por alcanzarlo, parece que sí hay alternativas y sostienen que sus ideas son mejores. Al parecer, creen que es de soñadores y de locos pensar en términos de “nosotros, los pueblos” o de “nuestras naciones unidas”, o en todos nosotros como titulares de los mismos derechos. ¿Qué son las Naciones Unidas? Un absurdo risible, anacrónico: ¡burócratas y minorías acaudaladas!  Y quienes piensan de ese modo no dudan mucho en dividir a los seres humanos en categorías, ni en atemorizar y abusar de los más vulnerables; en maltratar la verdad; en atacar a las organizaciones regionales e incluso a las internacionales; en amenazar con retirarse de ellas, abandonarlas y descartar el derecho internacional. Y algunas de estas personas están a punto de alcanzar el poder político y otras ya lo ejercen. 

En los próximos meses, las fuerzas centrífugas que nos presionan seguirán siendo fuertes: el terrorismo y su principal exponente, Da’esh, tan odioso y despreciable como es, probablemente seguirán haciendo sentir su presencia entre nosotros; mientras la alienación y la decepción de muchos que en el mundo se sienten engañados por la mala gobernanza y la corrupción llevarán agua al molino de los embaucadores. En varias democracias asentadas desde hace mucho se celebrarán elecciones en las que peligrosos elementos xenófobos e intolerantes aspiran a cargos públicos y su reacción hacia nosotros podría empezar a condicionar, como nunca antes, el rumbo futuro de “nosotros, los pueblos” de esta Tierra. Volveré sobre este tema la semana próxima en Nueva York, en la Cumbre de las Naciones Unidas sobre Refugiados y Migrantes.

En los últimos dos años y medio, Venezuela no ha autorizado ni siquiera un visado para mi representante regional.  Su negativa general al acceso del personal del ACNUDH resulta especialmente sorprendente a la luz de las graves preocupaciones acerca de las denuncias de que se reprimen las opiniones de la oposición y de grupos de la sociedad civil; se realizan arrestos arbitrarios; se emplea una fuerza excesiva contra los manifestantes pacíficos; se deteriora la independencia de las instituciones que garantizan el Estado de Derecho y se produce una drástica reducción en el disfrute de los derechos económicos y sociales, con la generalización del hambre y el deterioro agudo de la atención médica. Mi Oficina dará estrecho seguimiento a la situación de ese país y expresaremos nuestra inquietud por los derechos humanos del pueblo de Venezuela en cada oportunidad que se presente. El respeto de las normas internacionales de derechos humanos puede crear un sendero estrecho por el cual el gobierno y la oposición podrían marchar, con miras a abordar y solucionar de modo pacífico los problemas actuales del país –en particular, mediante un diálogo significativo y el respeto al Estado de Derecho y la Constitución. Mi Oficina está dispuesta a prestar asistencia para abordar los problemas actuales de derechos humanos y le agradezco al Secretario General de la Organización de Estados Americanos su recomendación de que Venezuela colabore con mi Oficina en el marco de una Comisión de la Verdad, que sin duda daría al pueblo venezolano un canal de expresión importante.  

Discurso completo