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REPORTAJE | Turbia es el agua que se consume en Venezuela

HumVenezuela, mayo de 2021 | Fotografía: Archivo

Aunque la gestión del Estado venezolano es insondable, organizaciones de monitoreo de los servicios públicos en Venezuela han logrado explicar cuán difícil es beber agua de calidad. Los sistemas colapsados y la percepción ciudadana permiten inferir que, de acuerdo a los estándares internacioanles, la falta de agua potable convierte a Venezuela en unos de los países con mayores retrocesos en los compromisos de garantizar calidad del agua. Solo en Caracas 92% de los ciudadanos consume agua de alto riesgo.

Aurelia ya no soporta pensar en pasar el resto de su vida “trayendo bidones de agua sucia escaleras arriba”. Reutilizar por varios días el agua con que lava los platos para vaciar las pocetas no es nada saludable y mucho menos esperanzador. Perdió la cuenta de los días que ha pasado sin bañarse y ha visto una capa espesa flotando en la superficie de la cacerola aun después de haber pasado por 100 grados de ebullición durante 15 minutos, aunque el gas tampoco se sabe cuándo llegará y hervir el agua es un lujo que muchos no pueden darse. Lavarse el pelo es casi una proeza de ciencia ficción. 

Hace más de siete años que San Blas, ubicado en Petare, Caracas, no recibe agua.

Lomas de la Trinidad, una zona de clase media —empobrecida— después de 927 días sin servicio, en agosto del año 2020 recibió 20 horas de agua según Monitor Ciudad, una semilla que germinó en el ámbito comunitario y ha venido alimentando una red vecinal para la defensa del derecho al agua con información valiosa que comparten para sortear la opacidad oficial, entre los cuales destaca un sistema de recolección de datos georreferenciados que se actualiza en tiempo real con los reportes de las comunidades.

De la mano de expertos, activistas comunitarios, comunicadores sociales y organizaciones de la sociedad civil, se ha extendido a todo el país la práctica de monitorear los niveles de acceso y calidad del agua domiciliaria, que implica saber a qué lugares llega, con qué frecuencia, por qué medios se obtiene y en qué condiciones se recibe. La mayoría se basa en encuestas de percepción que no solo aplican para el agua sino también para el gas, la gasolina, el transporte y la electricidad.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud OMS el agua debe estar libre de microorganismos, sustancias químicas y peligros radiológicos que amenacen la salud humana, y son indicadores de la calidad su color, olor y sabor. No obstante, la percepción de los caraqueños entre marzo y septiembre de 2020, es que en seis meses la calidad del agua desmejoró de manera significativa. De acuerdo al informe Ciudadanía son Límites (Monitor Ciudad), en el mes de marzo 54,9 % percibía la calidad del agua como mala y seis meses después subió a 79.25%.

Sistemas enfermos

Los expertos consultados por HumVenezuela coinciden en que el agua en Venezuela no puede llegar limpia a las casas porque los embalses no reciben mantenimiento, lo cual evitaría su sedimentación y el crecimiento de maleza. Por otra parte, las hidrológicas están en quiebra y no pueden comprar ni 10% de los químicos que requieren las plantas de potabilización —insumos que, además, ya no se producen en las empresas básicas porque están también en quiebra— y porque el sistema de tuberías está tan averiado que es imposible garantizar que no se contamine la poca agua que circula de manera discontinua. 

En las guías de la Organización Mundial de Salud se considera que el agua no es potable en un lugar donde el servicio no es continuo y los sistemas tienen fugas por grietas, a través de las cuales pasan contaminantes que se van acumulando con el tiempo, explica Jesús Vásquez, ingeniero civil con larga experiencia en organización comunitaria y desarrollo de proyectos de ingeniería sanitaria, miembro del equipo de Monitor Ciudad.

Una investigación de Monitor Ciudad con pruebas de laboratorio aplicadas en puntos estratégicos del sistema de distribución Tuy que abastece a Caracas, ha comprobado que el agua que consumen los ciudadanos es un riesgo para su salud. Hasta el 21 de abril de 2021, las muestras recopiladas arrojaron un porcentaje de fallas en la calidad, que osciló entre 10% y 15%, explica Jesús Vásquez: “Y aunque 54 pruebas no es una muestra lo suficientemente grande para que sea concluyente, cuando te vas a las encuestas que hemos hecho y ves que 92% de la ciudad tiene un servicio intermitente, ya por definición esas personas no cuentan con un servicio de agua potable. Y el 8% restante no tiene ninguna garantía de que su potabilización sea factible, es decir, que tiene una potabilización variable”. 

Cuánto cuesta recibir agua limpia

Aclarar y potabilizar el agua es sencillo, pero en la Venezuela del siglo XXI es una quimera. Solo hace falta sulfato de aluminio o sulfato de hierro para quitar las impurezas, y una vez clarificada se potabiliza con cloro. Por supuesto, eso ocurre en un sistema de aguas sano. Pero todo parece indicar, según los expertos, que tanto las hidrológicas que deben comprar estos insumos como las empresas básicas que los producen están quebrados. Es decir, ni se están produciendo los químicos, ni las hidrológicas los pueden comprar. 

El ingeniero Vásquez indica cuál es el punto ciego de esta compleja situación. “Pequiven no está produciendo cloro y Ferralca, que era la empresa proveedora de sulfato de hierro, cerró junto con Bauxiven (que aportaba la materia prima) y otras empresas básicas quebradas, como Venalum, Sidor, Sidetur. También se puede medio indagar —dice— cuál es la dosificación de químicos en el agua y si están realmente ayudando a la planta de tratamiento, pero las plantas no solo son una caja negra donde no se puede entrar sin permiso de los militares, sino que no se publica información y, según una investigación que acabamos de hacer, están trabajando mal. Sacas una foto satelital y ves la cantidad de espuma que hay en los sedimentadores”. 

En el monitoreo de aguas realizada por Monitor Ciudad entre junio y septiembre de 2020, el análisis de las muestras captadas, específicamente en el sistema Tuy II, arrojó problemas de color, atribuibles a valores de hierro superiores a los establecidos en las normas de calidad de agua potable. En el caso del sistema Tuy III se hace más complicado porque las tuberías están muy deterioradas y muchas veces vas y no hay agua para tomar la muestra”.

El Observatorio de Gasto Público de CEDICE indica que en febrero de 2021 el gobierno invirtió aproximadamente USD 1.340.000 en los sistemas de agua, se culminaron apenas dos de las 10 obras previstas y solo se había reparado 25% de los daños en los sistemas de tuberías. De resto, se conoce que las plantas distribuidoras están trabajando con una capacidad de 45% y se reportan al menos 230 botes de aguas blancas en el país en esa misma fecha.

El economista Raúl Córdoba, del Observatorio de Gasto Público y el Observatorio de Servicios Públicos de CEDICE, observa que “la captación de recursos económicos y financieros en Venezuela no está atada al desempeño del servicio. En muchos casos se gasta gran cantidad de dinero y se invierte poco. Se gasta en reparaciones, que no son de fondo sino de forma, sin resolver el problema estructural. Hay países que con la misma o menor cantidad de dinero hacen mucho más y eso muestra la brecha en el manejo de esos recursos financieros”. 

El costo del agua no debería superar el 3% de los ingresos del hogar, según los estándares internacionales de derechos humanos. Caracas ha llegado a tener el agua más cara del mundo. Una cisterna de 10 mil litros de agua, de dudosa procedencia, puede costar hasta USD 200 en los momentos de mayor escasez, sin sumar lo que le cuesta al usuario purificarla; y el sueldo mínimo es de USD 1,52 al mes.

Otros datos del Observatorio de Servicios Públicos de Cedice señalan que solo 1% de la población recibe agua continua. Esta información resulta de una encuesta aplicada a 1.060 personas de todos los estados del país, comparada con datos secundarios obtenidos de redes sociales, denuncias, alertas y notificaciones de los sectores público y privado, y de personas vinculadas a asociaciones civiles y otras instituciones. Si la mayor parte de la contaminación de aguas en Venezuela se produce en las tuberías dañadas por los cambios de presión, entonces solo ese 1% más o menos tiene agua limpia. 

El sistema venezolano de tuberías —dice Córdoba—requiere mantenimientos semanales para controlar la presión que se altera cuando “se apagan y se prenden. Entonces corre agua, corre aire, y esa variación de elementos produce contaminación. Generalmente es por esa razón que luego de un tiempo de racionamiento se abre el grifo y sale con color, olor, y si somos más osados y la probamos, vemos que tiene un sabor a tierra, óxidos, metales y sustancias orgánicas. El agua debe tener unos porcentajes controlados de productos químicos y, en Venezuela, nuestras plantas de tratamiento de agua no funcionan como deben porque no tienen el modelo operativo plenamente implementado. Es, al final, la presurización de las tuberías lo que determina si, en efecto, recibimos agua potable, o semi potable, lo cual es ya un indicador de que no recibimos agua potable”.

Embalses envejecidos

En el reporte de enero de 2021 del Observatorio de Gasto Público, se dice que en el periodo 2006-2020 no se construyeron nuevos embalses, que al menos 35% de ellos está contaminado y el resto no posee las condiciones mínimas para mantener un servicio sin interrupciones.

Las aguas de los lagos naturales suelen tener vida de miles de años, pero los embalses, que son lagos artificiales, envejecen prematuramente más o menos a la edad de sesenta años, dice Ernesto González, ecólogo y virólogo de campo. Los embalses o sus fuentes recogen contaminantes en el camino, reciben exceso de aguas servidas no tratadas, fertilizantes y otros agentes, y eso acelera los procesos de envejecimiento, conocidos como eutrofización. Se trata de un proceso a través del cual nutrientes nitrogenados y fosforados estimulan el aumento del plancton vegetal y las plantas acuáticas pueden reproducirse a grandes velocidades. 

Híbridos de ríos y lagos, los embalses tienen una salida de agua para que el nivel se mantenga hasta un cierto punto. Esto le da cierta dinámica que ayuda a rejuvenecer las aguas, pero llegados los 60 años de vida los sedimentos que han arrastrado los afluentes le van robando profundidad. La vegetación de los alrededores va ganando terreno y los embalses pierden su vida útil. Así explica González —quien es además miembro de la Academia de Ciencias Naturales y representante de Venezuela ante la Red Interamericana de Academias de Ciencias— la situación, por ejemplo, de la Mariposa. 

“El embalse de La Mariposa —Distrito Capital— se construyó en 1949 y en la década de los 1980 tenía en su zona central 20 metros de profundidad. La última vez que lo vi con mis estudiantes tenía siete metros en el centro, y en este momento está prácticamente seco. Eso se ha ido llenado con sedimento, arena, y la bora se ha reproducido. Ese es un embalse con una altísima actividad urbana”, dice González. “Matícora, en el estado Falcón, tiene problemas de sedimentación. Es una zona cuyos ríos acarrean una inmensa cantidad de sedimentos y se produce una colmatación. Incluso hay informes técnicos que revelaban que no era conveniente hacer allí ese embalse”. 

Conocido como embalse Camatagua, el Embalse Ernesto León David, de acuerdo a información de González, “trae aguas del río Tucutunemo, que a su vez tiene un tratamiento inadecuado, porque su principal tributario, que es el río Guárico, tenía un bajo caudal y en algún momento se desviaron las aguas del Tucutunemo para mantener el nivel del agua del embalse. Eso aceleró el proceso de eutrofización y ahora tiene una alta productividad biológica, que puede acelerar la producción de fitoplancton, con alto riesgo de contener toxinas de altas proporciones” En ese momento son los ingenieros sanitarios quienes tienen actuar sobre las cianobacterias”. 

“En Caracas —dice— tenemos tres grandes embalses que fueron construidos para esas grandes sequías o casos de racionamiento, que son La Mariposa, La Pereza y Macarao, que están en cotas más altas y puedan bajar a la ciudad por gravedad. La Mariposa y Macarao están secos. El único que tiene agua es La Pereza”. 

En torno al proceso de potabilización, el ingeniero José María de Viana, expresidente de Hidrocapital, dice que “las plantas de tratamiento de aguas servidas se encuentran fuera de operación, vandalizadas en su mayor parte”, y que “la desinversión prologada unida al saqueo de los depósitos haya creado además una situación de carencia de camiones, equipos, repuestos y herramientas de trabajo, por lo cual en estos momentos los trabajadores reposan en sus centros de trabajo sin posibilidad ni siquiera de trasladarse a los sitios de averías”.

Las regiones “hacen aguas”

Ingeniero con vasta experiencia de trabajo en el Sistema Regional del Centro, Jesús Castillo advierte que hay serios problemas de gobernanza en materia de aguas en esta región. En Cojedes, donde están los dos embalses (Pao Las Balsas y Pao Cachinche) que surten a Aragua y Carabobo, solo hay agua continua por tuberías en el casco central de Pao y apenas se recibe de la planta entre 40 y 50 litros por segundo, que es muy pequeña. Los municipios de San Carlos, Tinaquillo y Tinaco reciben el agua que proviene del río Tirgua. Esta situación se ha agravado durante la pandemia por la disminución del personal. 

En promedio, dice Castillo, las personas en la región central pasan 21 días sin recibir agua. En ese periodo deben procurarla de cualquier manera, incluso rompiendo la cuarentena para salir a buscarla. En esta nueva tarea, siete de cada 10 son mujeres, y de esas siete, tres son adolescentes. De esas mismas 10 personas, seis son adultas mayores que tienen que cargar entre 10 y 20 kilos tres veces al día. Como lo corrobora el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, la mayoría de las manifestaciones por agua en Venezuela es liderada por mujeres.

Para Jesús Castillo la peor parte la llevan las mujeres, que tienen que lidiar con la casa, con los niños que no pueden ir a la escuela porque no tienen agua y además deben salir a buscarla. “A veces se les ve pasar con el bidón en un cochecito”, dice.

La mayoría gasta entre una y seis horas al día y caminan a veces hasta 15 cuadras en busca de agua, relata Castillo. “A la gente se le ve deteriorada, exhausta, y el agua se incorporó a la lista de las necesidades apremiantes”. La recarga de un botellón cuesta un dólar, y por mil litros de una cisterna se paga 10 dólares. Pero todo depende mucho de si se vive en una zona rural o en una zona urbana. Casi 40% del presupuesto del hogar se destina al agua en una zona rural del estado Aragua. De acuerdo a las cifras que ofrece el OVCS, en 2020 aumentó la participación de personas de las zonas rurales en protestas por servicios básicos, entre ellos agua potable. “Demandas que se han tornado urgentes frente al COVID-19”, se indica.

En ciertas comunidades como el Samán Tarazonero, cuando el agua llega por las tuberías tiene mal olor y a veces es turbia. “Después de esperar ocho días —en este caso— es como si no tuvieras agua, porque en esas condiciones no te sirve. Por eso las personas salen a buscar llenaderos más seguros”, advierte Castillo. “Hay una segmentación ilógica del servicio de agua potable. Solo atienden a las zonas urbanas porque hay un vacío de gobernanza que dejó el Instituto Autónomo de Vivienda Rural, que gerenciaba el servicio de agua en el campo. La gente allí está a la buena de Dios”.

Aunque la selva debería ser un lugar donde se puede disfrutar de una naturaleza pura, las aguas de los estados Amazonas y Delta Amacuro distan mucho de ser las más limpias. La mayoría de los encuestados por el Observatorio de Servicios Públicos de CEDICE coincidieron en que el servicio de agua en estos estados se recibe sin inconvenientes o se usan fuentes naturales, de acuerdo a lo que dice la experta y activista ambiental de la Fundación Aguaclara, María Eugenia Gil Beroes, aguas en realidad tienen una historico acumulado de contaminación química que no se ve a simple vista. Esto incluye también al estado Bolívar

“Antes de la minería, las industrias básicas tenían sus lagunas artificiales construidas para verter las sustancias químicas utilizadas y esos residuos que permanecen allí, cuando el río crece, rebosa y reparte a su paso esos tóxicos. Todo ese caudal va llevando la contaminación aguas abajo hasta que llega al Atlántico, y los pobladores, a lo largo de la cuenca del Orinoco están en alto riesgo de tomar agua no apta para el consumo humano y comer peces con altos contenidos de mercurio.

Una resolución del 8 de abril de 2020, publicada en la Gaceta 6.526, declaró a los ríos Aro, Caroní, Caura, Cuchivero, Cuyuní y Yuruari del estado Bolívar aptos para la explotación minera, y los incorporó al proyecto del Arco Minero del Orinoco, área que representa 12 % del territorio. La disposición pone en riesgo la vida de todos los ecosistemas de la región amazónica y la de las etnias que dependen de esos ecosistemas. 

El Observatorio de Gasto Público de Cedice ofrece datos que dejan ver la situación del servicio y la calidad del agua en algunos estados: 

Los sistemas de tratamiento físico y químico en Paraguaná, estado Falcón, presentaron fallas. Se aprobaron USD 67.000 para el reemplazo parcial del sistema por uno más moderno. El trabajo comenzó en febrero, pero se paralizó en marzo y se desconoce la razón.

Debido a una falla eléctrica suscitada en el Zulia, se averió un sistema de distribución de agua que surtía a varios municipios. Fueron aprobados recursos económicos para ejecutar su reemplazo, se desconoce el monto, pero sí se sabe que se paralizaron las obras.

En Sucre-Nueva Esparta el gobierno aprobó USD 312.258 para el reacondicionamiento de la planta de almacenamiento y distribución. El acueducto Luisa Cáceres de Arismendi tuvo una falla luego de una caída en el suministro eléctrico y una avería parcial en el sistema de bombeo. Al mes de marzo se reparó el 40% de la falla, pero las obras también fueron paralizadas.

Más de 150 horas sin suministro de agua padecieron en marzo los ciudadanos en tres de los nueve municipios del estado Zulia. Se supo que la avería se originó debido a las conexiones ilegales en tuberías secundarias o matrices. Por lo menos 4 kilómetros de tubería estaban completamente rotos y requerían reemplazo. Se aprobaron USD 37.580 y se reparó el 85% de la avería.

Tras una avería en el Distribuidor Metropolitano, en el Distrito Capital el Ejecutivo aprobó recursos adicionales para la reparación y reemplazo de componentes de uno de los sistemas de bombeo Tuy por una suma de USD 97.000. La licitación comprendía la participación de cuatro empresas de propiedad comunal que incluía desde la importación hasta la adaptación, instalación y mantenimiento de los sistemas. El proyecto culminó con 22 días de retraso y la falla no se solventó completamente.

En el estado Miranda se aprobaron USD 120.000 de los fondos de la Gobernación para la ejecución de una reparación en las tuberías de distribución en el Tambor (Los Teques). El proyecto incluye el reemplazo de los caños secundarios dañados por tuberías de plástico y válvulas de purga de diferente calibre. Las restricciones que impuso la pandemia paralizaron las actividades y el sistema sigue averiado.

Es complejo satisfacer las exigencias de acceso y calidad de derechos humanos y los estándares internacionales con un sistema de aguas que acumula este nivel de deterioro. Mirándolo en contexto sería prudente considerar que en términos generales las causas de la Emergencia Humanitaria Compleja siguen conspirando en contra, sobre todo, de una población vulnerable que crece y empobrece a medida que se profundiza la crisis. 

La desinversión del Estado y su nada exitosa gestión de los servicios públicos, que incluye entre sus causas la falta de personal capacitado; la persistencia de un sistema económico frágil, poco confiable e hiperinflacionario; una “gratuidad” de los servicios que no garantiza los dineros necesarios para que los sistemas funcionen y solo aumenta las brechas entre los que pueden pagar la construcción de pozos y/o la compra de agua a los camiones cisternas, que se cotizan por los cielos, y los que están obligados a caminar hasta las diversas fuentes para llevar en peso un agua que no reciben en las tuberías. 

Diversos especialistas han insistido en que recuperar el sistema no es imposible, y de hecho sería más económico hacerlo que tratar de sostener la inoperancia. El grupo Orinoco, por ejemplo, entre otras iniciativas de la sociedad civil, ha presentado hojas de ruta acerca de cómo recuperar el sistema de aguas en todas sus fases. Y todos coinciden en que, con todo lo que se ha gastado en reparaciones se habría podido recuperar el sistema. Pero los venezolanos, tal y como están las cosas, hoy no tienen garantizado su derecho al agua limpia.